Tortura a bordo de un bus de Caldas


Alejandro Calle Cardona

Caldas / junio 23, 2014

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Para muchos es gratificante salir del trabajo en la tarde y llegar a sus hogares a compartir una película, una hora de juegos, la cena o una cerveza con sus familiares y amigos. Pero para otros, vivir tales momentos cotidianos requiere de paciencia y resistencia para soportar un endemoniado viaje que puede tardar tres horas, sobre todo si se tiene la suerte de vivir en Caldas y trabajar en Sabaneta, Itagüí, Envigado, Medellín o cualquier otro municipio del Valle de Aburrá.

Aunque desde el 2006 se anunció la construcción de la doble calzada en La Variante a Caldas, las buenas intenciones no han sido rival digno contra la horda de conductores y peatones incultos, políticos desinteresados, contratistas corruptos y guardas de tránsito ausentes.

“La movilidad en Caldas es un caos generado en parte por los trabajos en La Variante. Y en la vía antigua el tema pasa por la falta de control que obligue a los conductores del servicio público a conservar las pocas bahías existentes, o por lo menos a orillarse”, explicó Leonel Arroyave, habitante de Caldas.

Para él, que debe movilizarse constantemente hacia Medellín por asuntos laborales, la vía antigua es un “territorio de nadie”, pues aunque el tramo desde Ancón a La Raya, incluida La Tablaza, pertenece al municipio de La Estrella, no tiene ningún doliente y, en sus palabras, la cabecera municipal de ese municipio está por otra vía, por lo que no es del interés ni de esa administración ni de sus habitantes.

 

Suplicio diario

Los 22 kilómetros que separan a Medellín de “Cielo roto”, como se conoce tradicionalmente a Caldas, pueden ser recorridos, según cálculos de Google Maps, en 28 minutos. Los habitantes de Caldas hablan de 45 minutos o una hora como media. Sin embargo, por estos días, el viajecito puede tardar varias vueltas completas del minutero.

De hecho, el pasado jueves 29 de mayo, a las 6:30 p.m., tomamos una buseta en cercanías de La Alpujarra, la cual nos llevó en un desenfrenado y peligroso viaje hacia el sur sin nada que detuviera a ese bólido de casi 5 toneladas de peso, hasta que vislumbrados los pilares, tapiados por luces verdes, azules y moradas a esa hora de la tarde, del puente de La 4 Sur.

Ahí empezó el suplicio: la espera, en medio del sudor y el malgenio de las rutinas que no ven la hora de concluir, se hace más eterna. El conductor ensayó todas las vías secundarias paralelas a la autopista para evitar los trancones que se forman por la doble y hasta triple fila que los “cultos” conductores hacen para ingresar a las orejas de los puentes que conectan las zonas oriental y occidental. Eso lo demoró aún más, pues encontró poca gente dispuesta a dejarlo entrar de nuevo a la Autopista.

“Los puntos críticos son las conexiones de La Aguacatala y Envigado con la Avenida Regional, en ambos sentidos, así como el final de la calzada izquierda en Itagüí, en sentido sur-norte”, aseguró Juan Fernando Zapata, habitante de Medellín nacido en La Estrella.

Cerca de 2 horas y 45 minutos después, amenizadas con vallenato, reggaetón y música popular, y sacudidos por los crecientes huecos, que engordan a punta de abandono estatal, llegamos a La Tablaza, corregimiento de La Estrella, otro de los nudos gordianos que ni el mismo Alejandro Magno podría hoy desenredar. “En La Tablaza también hay mucho taco porque los colectivos no se orillan y nunca hay agentes de tránsito controlando”, se quejó Ana María Herrera, habitante de Caldas.

Una imagen que se ha vuelto también cotidiana para Leonel Arroyave, quien refiere cómo ha llegado a ver hasta cuatro o cinco buses filados a lado y lado de la vía, lo que se suma a que ese lugar es el reversadero de los chiveros que esperan gente para subirla a las veredas.

La otra ruta

Para los más arriesgados existe la opción de La Variante, una vía más amplia y bien pavimentada cuyas obras para construir la doble calzada Ancón Sur-Primavera estuvieron detenidas durante un año, luego de que en 2010 comenzaran las investigaciones contra el Grupo Nule,  encabezado por Guido Nule Marino y sus primos Manuel y Miguel Nule Velilla, -sí, los mismos de Bogotá-, propietarios de la entonces interventora del proyecto: Ponce de León. La obra, que se esperaba para finales de 2012, aún no culmina, en parte debido a cambios de última hora en los diseños.

“La entrada más caótica por la variante es la que lleva a la vereda Pan de Azúcar, junto al Colegio Londres, porque, al parecer, después de que ya estaban los diseños y se inició la construcción, tuvieron que cambiarlos para hacer un paso deprimido o un túnel que pasará por debajo de la doble calzada y, al parecer, beneficiará a unas pocas personas con poder que tienen allí una caballeriza. Eso está generando un caos tremendo”, manifestó Leonel.

Al respecto, el secretario de Tránsito y Transporte de Sabaneta, Edgar Darío Carmona Correa, negó que se esté obstaculizando toda la vía en esa parte de La Variante y aseguró que se trata de una reducción en la movilidad a raíz de las obras cuyo impacto exige tener casi la totalidad de los dos carriles cerrados.

A finales del año pasado, Invías entregó una adición cercana a los $10.000 millones para que el actual contratista, Fundación Universitaria del Valle, culmine en el tiempo estipulado, cuyo año límite, según anunció entonces el director operativo, Germán Grajales Quintero, es 2014.

Pero esas palabras no calman los ánimos de ciudadanos de Caldas, quienes no encuentran una explicación lógica a las demoras y aseguran que ya ni los taxistas quieren prestar servicio hacia ese municipio del sur del Valle de Aburrá “¡porque allá no entra nadie!”.

Faltan respuestas. Tal vez la secretaria de Transporte y Tránsito  de Caldas, Nidia Patricia García Jaramillo, a quien buscamos insistentemente, en vano, para la realización de este artículo, tenga explicaciones válidas. Pero quizá tiene asuntos pendientes en Medellín y, nunca se sabe, aún no ha podido llegar a su oficina.

Por: Daniel Rojas Arboleda.

Mónica María Vásquez.

periodicociudadsur@gmail.com