Seguridad: la promesa que Medellín no recibió


Alejandro Calle Cardona

Derechos humanos / noviembre 13, 2018

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Federico Gutiérrez prometió darle “seguridad integral” a la ciudad. Tres años después, pese que defiendo los resultados operativos, las cifras de homicidios siguen aumentando y la Corte Constitucional lo acaba de llamar a audiencia por el incremento de desplazamiento urbano.

POR OCTAVIO GÓMEZ V.

La primera promesa que le hizo el entonces candidato a la alcaldía de Medellín, Federico Gutiérrez Zuluaga, a la ciudad que pretendía gobernar era “seguridad integral”, cuando presentó, en agosto de 2015, su movimiento autodenominado cívico Creemos. Pasados 38 meses desde entonces, la promesa, como su movimiento, parece desecha en el tiempo.

La afirmación, por supuesto, se sostiene: contrario a lo que prometía, aquella seguridad en la ciudad no solo no ha mejorado, sino que, de acuerdo con las cifras disponibles y las encuestas de percepción del DANE (Departamento Nacional de Estadística, oficial), ha empeorado y con la excepción de las encuestas privadas, Medellín no es un mejor vividero que en diciembre de 2015, cuando terminó el gobierno de Aníbal Gaviria.

Sin embargo, y esto no es de poca monta, el aumento de los índices de violencia e inseguridad no son achacables al mandatario, (a menos que una arriesgada teoría conspirativa demuestre que él es directo responsable en ese incremento). Lo que sí es su responsabilidad es el fracaso de su promesa de devolverle a la capital antioqueña índices de seguridad que se vivieron, tal vez, durante los gobiernos locales de Sergio Fajardo y Alonso Salazar. Tal vez.

El problema para el actual mandatario es que convocó a más de 200 mil votantes a respaldar su propuesta de gobierno alrededor de tres temas, en ese orden, según lo repitió hasta la saciedad: seguridad integral, educación con calidad y movilidad “básicamente pública”.

 

AÑOS DUROS

La campaña que le permitió llegar a la Alcaldía se basaba en el hecho de que la violencia y la criminalidad de impacto social habían regresado a la ciudad en el trienio 2012 -2015. Se respaldaba en el hecho de que los homicidios registrados en ese periodo fueron 3.332 homicidios, el 52% de los cuales fueron personas entre los 14 y los 48 años de edad. ¡Había que bajar las cifras anteriores al 2012!

Además, la percepción de seguridad entre la ciudadanía, los hurtos, las extorsiones, la violencia de género, se había deteriorado y a esa erosión de la “sensación” de los buenos ciudadanos se sumaba, con singular fuerza, la campaña de desprestigio que el uribismo le hacía al proceso de paz que adelantaban el Gobierno de Juan Manuel Santos y las Farc.

Que el país, ergo, la ciudad, se la iban a entregar al terrorismo. Aquella campaña resultó particularmente sencilla para los candidatos detractores del proceso de paz y en todas partes se regaló el miedo a unas Farc “empoderadas” por su cómplice, Juan Manuel Santos, a cambio de vender gobiernos de mano fuerte contra la delincuencia. Y ganó la propuesta de la “seguridad integral”.

PERO NO

Entre los temas centrales de su propuesta de gobierno está la “recuperación del centro” de la ciudad, una de cuyas acciones era “enfrentar la criminalidad”. Con “aire en la camiseta”, producto de un inesperado apoyo mediático tras su elección, Gutiérrez encabezó, más que un operativo policial, una marcha por las calles de la comuna de La Candelaria y, con el comandante de la Policía en Medellín, pronunció un discurso, más de campaña que de gobernante, en el parque Berrío, a donde prometió regresar, solo y en pocos meses, para demostrar que habría derrotado a la delincuencia.

Aparte de ese acto de demagogia, las cosas en la ciudad se empezaron a complicar, en parte por los reacomodamientos de poder de los grupos delictivos, en especial con los relacionados con las mafias del narcotráfico. Hoy por hoy la Candelaria (centro) es la comuna más violenta con 93 asesinatos, 13 más que en el mismo periodo del 2017.

El país, y con él la ciudad, ya no fueron el escenario de poder de grandes carteles de la droga, sino de meras cadenas de producción de los grupos mexicanos, ahora dueños del negocio internacional.

El plebiscito por la paz, al que el Alcalde no solo no apoyó publicamente, sino frente al que mantuvo una posición crítica, terminó por alimentar la aprehensión ciudadana que, en Medellín, lo rechazó categóricamente. Incluso, un pasaje que involucró la llegada de ex guerrilleros de las Farc a Medellín para realizar actividades ya por fuera de la guerra, fue ácidamente criticado por el mandatario.

 

FRONTERAS INVISIBLES, ATENTADOS

Medellín se volvió, como en los años 90 del siglo XX, nuevamente escenario de confrontaciones por el poder ilegal. La Comuna 13 vio revivir las épocas aciagas de guerras entre milicias controladas por la guerrilla, bandas paramilitares y cuerpos de seguridad, pero esta vez fue entre “combos”, nombre coloquial para designar a los grupos armados ilegales que tienen algún tipo de control territorial y fue cuando aparecieron las llamadas “fronteras invisibles”.

Federico Gutiérrez les declaró la guerra en las ruedas de prensa convocadas para el efecto, el trabajo de los organismos de seguridad parecía ser reactivo –“perseguir” a un alias de turno, capturarlo y, como cierre, develar un plan para asesinar al mandatario.

Mientras tanto, la percepción de seguridad seguía cayendo entre los ciudadanos, particularmente entre las clases medias, presas de eternos trancones y víctimas de atracos conocidos como “fleteos”. La encuesta de convivencia y seguridad ciudadana de 2017, del DANE, la más cercana y que muestra los resultados de 2016, señalaba un incremento en el hurto de celulares (el 75% de los hurtos), dinero y tarjetas bancarias y el atraco, con el 46%, era la modalidad más reportada.

Se debe aclarar que estos porcentajes citados de la encuesta, correspondían a los promedios nacionales.  La tasa de victimización para Medellín en 2017, según esa encuesta, era del 14.8%, es decir que, de cada 100 personas entrevistadas, ese porcentaje declaraba haber sido víctima de algún tipo de delito. El caso de la ciudad era el único en el país donde el DANE señalaba que no había una variación significativa respecto de 2016.

539

Homicidios han ocurrido en 2018,

41 más que en mismo periodo de 2017

La estrategia del gobierno “Medellín cuenta con vos” era aumentar las denuncias de hechos delictivos, pero la encuesta señala que solo el 23.7 de los delitos eran llevados a conocimiento de las autoridades (Bogotá está en 32.2 %) y tampoco tenía una variación significativa. Dicho de otra manera, la política de seguridad o no calaba o no llegaba a sus ciudadanos.

 

NUEVO GOBIERNO

El candidato Iván Duque ganó la presidencia con las mismas premisas que llevaron a la victoria a Federico Gutiérrez a la alcaldía: recuperar el país de las manos de la criminalidad y de paso evitar que las Farc “se fueran a tomar esto”.

El nuevo Presidente anunció que una estrategia sería poner en retirada a “microtráfico” -en realidad se refiere al menudeo de narcóticos- y tras un polémico lanzamiento, el plan para reducir la venta de narcóticos en las calles se puso en marcha.

Como ambas visiones coincidían, hace apenas dos semanas, el nuevo Presidente vino por primera vez a Medellín, a cuya administración calificó como “piloto” en la lucha “contra el flagelo de las drogas”.

Ambos, Duque y Gutiérrez, se fueron al Barrio Antioquia, más que un centro de distribución de narcóticos, un imaginario de ese negocio -como ese barrio, hay otros tantos por toda la ciudad-. Las unidades policiales, delante de sus superiores civiles confiscaron decenas de dosis personales, detuvieron a una veintena de personas, incautaron un par de armas de fuego y este resultado lo presentaron a la prensa local de Medellín y a los reporteros invitados por la Casa de Nariño para el efecto.

Al día siguiente, los reporteros del diario popular Q’Hubo, propiedad del oficialista diario El Colombiano, presentaron su titular más importante: “Duque se fue y la droga quedó”. Tres años después, el titular populista describió el resultado de la política de seguridad del alcalde Federico Gutiérrez. La promesa quedó hecha polvo.