Kamaos, un festival de sabores en Itagüí  


Alejandro Calle Cardona

Cultura / abril 6, 2018

COMPARTIR


Una esquina se convirtió en un local de comidas rápidas y con una fórmula colombo-venezolana refrescaron la oferta de gastronómica de un barrio en Itagüí. Su perros, hamburguesas y arepas se popularizaron y ya son reconocidos como unos callejeros con mucha clase.

POR JULIANA VÁSQUEZ POSADA

Queso mozarela, carne desmechada, pollo, chicharrón, plátano maduro… La lista de ingredientes continúa. Esta mezcla de sabores es el relleno de una bola de masa hecha con harina de maíz, frita, crujiente, perfecta para saciar al más exigente comensal. Es la “Big Mama”, una evolución de arepa venezolana que solo se consigue en una esquina del parque del barrio Simón Bolívar.

Y para hablar de la Big Mama no es suficiente pensar en la migración masiva de venezolanos a nuestro país que comenzó hace un par de años. Esta historia tiene su origen 20 años atrás, cuando nació Kamaos, un asadero de carnes que terminó inspirando a toda una familia.

Kamaos es el resumen sonoro de las iniciales del nombre de su fundador: Carlos Mario Hoyos. Sus hijos, José Daniel y Carlos Mauricio, heredaron la pasión por los negocios y por eso no dudaron, hace varios años ya, en ponerse al frente una pequeña tienda de barrio en la esquina del Parque, a unas pocas cuadras del primer Kamaos. “Poco a poco fuimos convirtiendo la tienda en un local de comidas rápidas, empezamos sacando un carrito los fines de semana, lo atendía yo mismo, hasta que el negocio se nos creció y vea lo que somos hoy”, Carlos mira a su alrededor, aún no son las 5 de la tarde y ya se ven comensales en la esquina más famosa de este parque, de todo el barrio.

Estos hermanos se propusieron tener una oferta diferente, no los mismos perros, no las mismas hamburguesas. Y después de varios meses de prueba concretaron su carta: diez hamburguesas, ocho perros y dos presentaciones de papas a la francesa. Carnes a la parrilla y salsas preparadas en casa, sumadas a otros ingredientes le dieron vida a un festival de sabores, como ellos mismos lo describen.

Pero la historia no paró ahí: José Daniel conoció hace unos meses a Pedro Gallardo, un venezolano con amplia experiencia en carnes y, naturalmente, en arepas. La tarea de Pedro era asesorar a Kamaos en la creación de una futura carta de asados, “y en ese proceso de ensayar, probar y proponer esa carta, nosotros le pedíamos que nos hiciera arepas hasta que un día cualquiera nos preguntamos: ¿y por qué no hacemos una carta de arepas en vez de una de carnes?”.

La fórmula colombo-venezolana funcionó. Con Pedro llegaron otros cuatro chicos provenientes de Barquisimeto, Maracaibo y Mérida, todos con experiencia en cocina y con un don natural para hacer de la arepa un producto mágico. Y ojo al plus: después de probar muchas formas de preparación para el chicharrón, los hermanos Hoyos decidieron adaptar un cajón chino en un viejo asador del primer Kamaos. ocho horas de cocción son necesarias para darle el punto exacto a uno de los insumos principales de las arepas. El resultado: un chicharrón con la carne tierna y jugosa y la piel crocante, ¡una maravilla!

Hoy más de doce empleados le dan vida a esta propuesta de comida “callejera”. En menos de tres años Kamaos pasó de ser un carrito de asados a ser un referente de buena comida. Para José Daniel la explicación es sencilla, “el éxito de este negocio es que sabemos complacer y sorprender al público, nos gusta comer bien y por eso nos preocupamos porque los clientes sientan que vale la pena venir, que no necesitan ir muy lejos ni tener mucho presupuesto para comerse lo mejor”.

El ADN de negociante que tenía don Carlos Mario fue heredado por sus hijos. Ellos tienen la meta clara: seguir creciendo. “Yo me voy a dormir todos los días pensando en cómo innovar en este negocio, en cómo llevarlo más allá”, dice José Daniel, entusiasmado por lo que viene para Kamaos. Pronto extenderán su negocio a un local contiguo con una propuesta de pizzas, también callejeras, porque esa es su esencia y porque su propósito sigue siendo “hacer comidas tan buenas que a la gente no le importe venir a sentarse en el Parque o en la calle”.