EDITORIAL 77: Inteligencia y control


Alejandro Calle Cardona

Medellín / mayo 31, 2020

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Día 70 de aislamiento. Las cifras de contagio en Colombia se dispararon y ya nos acercamos a los 30 mil casos. En Antioquia, las zonas más afectadas son Urabá, Medellín (producto tal vez de la reactivación, pero también de la indisciplina social) e Hidroituango, donde cerca de 200 trabajadores han resultado contagiados del virus.

PUBLICADO 31 DE MAYO 2020

Pese a que en la última semana han sido reportados más de 300 pacientes positivos en el departamento, mañana 1 de junio iniciará una nueva etapa de este experimento social que nos impuso el coronavirus. Los centros comerciales se alistan para reabrir las puertas a sus clientes, muchos de ellos ávidos de recuperar una mínima parte de su vida social. ¿Pero a costa de qué?

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Es necesario reactivar la economía, claro está. Las cifras de comercios, bares, emprendimientos y negocios cerrados aumentan con el paso de los días de cuarentena. Las autoridades de salud en Antioquia han demostrado un excelente manejo de la pandemia y hoy es la región ejemplo en Latinoamérica.

Esto, pese al mal comportamiento de un grupo pequeño de ciudadanos que no han dimensionado las graves consecuencias de ser vehículo para la propagación del virus. En los dos meses que ajustamos de aislamiento preventivo obligatorio, más de 50.000 personas han sido multadas por no acatarlo en el Valle de Aburrá. Hay personas con incluso con doce y 18 sanciones.

¿Le perdimos el miedo al contagio? Al parecer sí. En Medellín, en sus comunas Santa Cruz y San Javier, 30 de los nuevos contagiados corresponden solo a tres familias. En una de ellas, 16 de sus integrantes resultaron positivos al parecer por la indisciplina durante la celebración del Día de la Madre que tuvo sus consecuencias. Afortunadamente el coronavirus no llegó en diciembre a un país que no aguanta más el encierro.

Y no lo aguanta porque la crisis social y económica no dan espera. Los hogares se quedaron sin recursos y por más que los gobiernos locales amplíen los programas de entrega de ayudas alimentarias, es imposible que abarquen toda la población. Esta es la razón para que trabajadores informales, vendedores ambulantes y pequeños comerciantes, decidieron retornar a sus actividades sin importar si hay o no autorización. Y no seremos nosotros quien los cuestione porque solo ellos conocen las verdaderas razones para correr semejante riesgo.

La otra cara de la moneda es el evidente modelo de vida al que nos enfrentamos. En los restaurantes, centros comerciales y cafés, no podremos tener un contacto próximo con otras personas. Estaremos separados, en el mejor de los casos, por vidrios para evitar que la saliva aumente las posibilidades de contagio.

Pero lo que más inquieta ahora es la construcción base de datos de los ciudadanos del Valle de Aburrá en medio de la pandemia. Salir a trabajar, abrir la empresa, tomar el transporte público y ahora también ingresar a un centro comercial. Para todo, el ciudadano tendrá que estar registrado en una plataforma que no es más que una central de datos con la información personal y familiar de todos los habitantes de la segunda región más importante de Colombia. Una puerta gigante en un país que sabe muy bien lo que hacerles seguimiento ilegal a sus habitantes.

La información básica permitirá hacer seguimiento en caso de resultar contagiado y determinar con quién posiblemente tuvo contacto para cerrar de inmediato el cerco epidemiológico. Esas intenciones son más que razonables.

Pero hoy no conocemos el alcance de las aplicaciones y las bases de datos que construyen los gobiernos. No nos han informado hasta dónde pueden usar dicha información y si tendrá fecha de caducidad. Aún hay muchas dudas que no han sido resueltas e incluso un juez le dio la razón a una ciudadana que interpuso una tutela contra Medellín Me Cuida al considerar que pedía más de la información necesaria.

Desde hoy se deben prender las alertas para que los organismos de control impidan un abuso o un uso indebido de estos datos para intereses personal y políticos.

Por eso la mejor manera de cuidarnos es quedarnos en casa, salir a lo estrictamente necesario. Cumplir con los protocolos de seguridad a la hora trabajar, respetar el distanciamiento social en el sistema de transporte público o utilizar medios como la bicicleta. Evitar las reuniones sociales, aunque la salud mental también comienza a ser un factor de riesgo.

Cuidémonos para no echar por la borda lo que hemos ganado. La salud y nuestra seguridad, hoy más que nunca, está en nuestras manos.