“Quiero un barco cargado de azul”


Alejandro Calle Cardona

Medio Ambiente / mayo 23, 2016

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Tras varios años de trabajo por parte del equipo liderado por la ingeniera e investigadora Sandra Zapata, la empresa Ecoflora Cares de Sabaneta, espera que el colorante azul de origen natural desarrollado en sus laboratorios tenga la autorización en Estados Unidos y Europa. De ser así, se convertiría en uno de los productos que revolucionaría la industria alimenticia y preservaría el ecosistema.

Reunirse con una científica de la se conocen datos como que es Ingeniera de Producción Agroindustrial con Maestría en Ciencia y Tecnología de Alimentos y Doctora de la Universidad de Antioquia, que es la vicepresidenta de innovación de Ecoflora Cares –empresa con más patentes otorgadas que casi todas las universidades del país-, que además es la inventora de un colorante extraído de la Jagua (Genipa americana) único en el mundo y que su ingenio y disciplina puede llegar a salvarnos del consumo de colorantes sintéticos que la industria alimenticia usa porque antes no tenía otra opción pese a ser perjudiciales para la salud; puede resultar intimidante y comprometedor por el temor a preguntar tonterías a semejante sabia. Pero es todo lo contrario y resulta ser hasta todo un plan.

La oficina de Sandra Zapata no está llena de títulos, cartones y patentes enmarcados con su nombre, pues de ser así requeriría una bodega; ni es pretenciosa como se esperaría de alguien con semejante cargo. Se trata de un lugar con un escritorio en el que se destaca la foto de su hijo, quien a sus 9 años recibió el honoris causa como especialista en Jagua de parte de su madre; una mesa con tres sillas para recibir a algún integrante del que nombra su equipo perfecto.

Ella no tiene una bata de laboratorio ni es descuidada en su apariencia como se ha difundido la imagen de los científicos. Sandra es una mujer que rompe muchos estereotipos e imágenes preconcebidas, pues ella misma se encarga de que todos sepan que es chocoana, pero no es afro ni  tiene un solo rasgo de las personas indígenas que habitan su adorado departamento.

La mujer que lideró el grupo que llegó a desarrollar este color azul para la industria alimenticia de origen natural, estudió su bachillerato en Quibdó y siempre fue una buena estudiante, aplicada con las materias y atenta al consejo de su madre. “Siempre me insistía, tienes que hacer algo por el Chocó. Ella ayudaba a mucha gente pero decía que pese a sus esfuerzos no percibía un avance real, no veía cómo la siguiente generación iba a poder estudiar y sacar adelante a los que faltaban. Toda la vida escuché eso y me daba vueltas en la cabeza”, recuerda Sandra.

Inició buscando en productos como los frutos del borojó y el madroño propiedades aún desconocidas que pudieran brindar una oportunidad a su departamento. “Yo quería un producto que pudiera cambiar la historia, que genere empleo. No quiero que sea un proyecto que sin nosotros deje de funcionar. Nos hemos imaginado un barco recogiendo la fruta a la gente que está capacitada y que coseche con mejor calidad y cantidad, que hagan los pedidos de manera digital y con cada vez mayor capacidad logística en la región. Que el barco vaya parando cuando encuentre a los cultivadores a borde de río”, resalta Sandra.

Pero su sueño hasta el momento no ha superado las pangas o chalupas por el río Atrato comprando cantidades moderadas de jagua, pues pese a que el colorante cuenta con el permiso de INVIMA, aún no es adoptado por la industria alimenticia nacional lo que frena la cadena y restringe el mercado para la Genipa Americana.

“Con nuestro colorante se pueden hacer infinidad de colores, pues el azul es un color primario. Pueden obtenerse morados, verdes, purpuras, cafés, fucsias, hasta negro. En el mercado nacional muchos jugos, bebidas, yogures, dulces y una infinidad de productos requieren del azul. Ahí recae la importancia de nuestro azul y de contar actualmente con los permisos de venta en el país”, cuenta la científica que ahora sí tiene bata de laboratorio y se apresta a enseñar el polvo azul que le ha costado años de trabajo, estudio y dedicación y noches enteras en vela. Algunos días por preocupación, otros porque una idea viene a su cabeza para resolver problemas que su invento, su segundo hijo, no deja de presentar.

El principal reto en la actualidad es la autorización de venta y distribución para EEUU y Europa que se viene gestionando desde 2006 ante la FDA (Agencia de Alimentos y Medicamentos por sus siglas en inglés) y el Codex para ingresar a mercados donde los consumidores finales exigen el retiro de todo tipo de aditivo sintético de lo que la industria les ofrece para su consumo. Ambas instituciones son muy exigentes a la hora de otorgar un permiso.

“Envían un grupo de preguntas, se resuelven y se pasan a las siguientes. Por ejemplo: Una pregunta era si se podían generar toxicidades y aunque sabíamos que no, invertimos dos años de trabajo, recursos y esfuerzos demostrándolo científicamente. Con lo que hemos demostrado ya tenemos el permiso en Colombia y sabemos que no es tóxico, ni cancerígeno ni produce mutaciones genéticas”, aclara mientras explica por qué obtener estas licencias abriría el mercado soñado y asegura que este podría llegar a ser un producto más rentable para el país que el café.

Ahora sus trasnochos se deben a que la última prueba que exige la FDA para dar su visto bueno y poder ingresar con el azul de jagua a EEUU y muchos otros países que toman como referente este concepto es el tiempo de dicha prueba que es mínimo de un año y el valor en dólares que es astronómico y que prefiere ni nombrar.

“Lo interesante de poder vender es estabilizar la cadena de producción para que las comunidades que tienen puesta la esperanza en la jagua no la pierdan. Revivir la confianza en un proceso es muy difícil. Es como volver con un novio que monta cachos. Es un temor a que se desanimen porque ellos están muy lejos y no alcanzan a ver que esto nos preocupa, que nos trasnocha, que invertimos cada minuto del día buscando soluciones y mejorando los procesos, hablando con posibles aliados, buscándole amigos y clientes a la jagua”.

Así resume Sandra la situación actual de sus preocupaciones de científica y su sentido deseo para que todo su esfuerzo haya valido la pena, pero sobre todas las cosas, para que continúe viva la esperanza de los habitantes de su amado Chocó, que las cosas se darán gracias a que por el río Atrato navegará por fin ese barco cargado de azul.

Por: Camilo Cardona

@prensaciudadsur