Las heridas que deja la minería en Itagüí


Alejandro Calle Cardona

Itagüí / mayo 18, 2015

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La actividad minera en Itagüí inició a finales del siglo XIX y aunque las autoridades ambientales y municipales han tratado de controlar la producción de ladrillo, el impacto en los recursos ambientales es evidente. Mientras los habitantes de El Manzanillo aseguran que la contaminación es continua, las ladrilleras tienen licencia de funcionamiento hasta por 20 años más. PUBLICADO AGOSTO 2015.

Hacia 1890 aparecieron las primeras ladrilleras artesanales en el sur del Valle de Aburrá, especialmente en los barrios Belén y Guayabal de Medellín, mientras que en Itagüí se concentraron en el barrio Santa María y las veredas Los Gómez y El Ajizal.

Las chimeneas se levantaron en esta zona poco poblada en aquella época y se fueron expandiendo hacia la parte alta con sus procesos tecnificados, grandes maquinarias y una producción que permitió la urbanización del área metropolitana. De Itagüí salían los ladrillos que edificaron Medellín y el sur del Aburrá.

Ya entre 1950 y 1970, algunos tejares –con su producción más artesanal- iniciaron la mecanización de sus procesos con la inyección de arcilla para dar uniformidad al ladrillo y pasando del ladrillo macizo al ladrillo hueco. El crecimiento urbanístico generó que la producción se aumentara y con ello, los niveles de contaminación.

Actualmente, en Itagüí funcionan 24 ladrilleras y tejares, y según Ladrilleros Asociados de Antioquia (Lunsa), solo las ubicadas en Los Gómez generan 230 empleos directos y 930 indirectos, logrando una producción de un millón 600 mil unidades de ladrillos mensualmente.

 

El informe “EI impacto ambiental y gestión del riesgo de ladrilleras en Los Gómez de Itagüí”, realizado en 2013 por el actual subsecretario de Gestión del Riesgo de Itagüí, Mauricio Sánchez Silva, advierte que el impacto ambiental de esta industria tiene grandes secuelas en los recursos naturales del corregimiento y la poca zona verde con la que cuenta este municipio.

“La afectación del suelo por el cambio en la morfología de la superficie, la deforestación, la inadecuada disposición de residuos sólidos y líquidos, la intervención de los cuerpos de agua y los vertimientos en ellos. Posteriormente, una vez se explota el suelo, y al no ser recuperado, se convierte en zonas degradadas inutilizables residuos sólidos y de solventes, lo que contamina las aguas superficiales por el lavado de la tierra”, asegura el informe.

Además, el documento indica que la expansión para la explotación del ladrillo trae consigo apertura de nuevas vías, alterando el entorno y las unidades de paisaje naturales, tal y como fue denunciado recientemente por defensores del medio ambiente y que provocó la intervención de una de las empresas.

Pero la producción de monóxido y dióxido de carbono, azufre, plomo y material particulado, debido a la combustión de los hornos, la maquinaria y el movimiento de tierra, es la que más sufren los habitantes del corregimiento. “Todos estos causan smog, lluvia ácida, cambio en la climatología e infecciones respiratorias y dermatológicas que pueden afectar a la comunidad y las especies animales y vegetales”, explicó Sánchez Silva.

Por ello Corantioquia y la Secretaría de Medio Ambiente de Itagüí iniciaron con operativos a esta industria, lo que ha generado controles de advertencia y recomendaciones a las 24 ladrilleras y tejares, mientras que dos fueron cerradas de manera definitiva por no cumplir con la normatividad.

“Es una explotación muy antigua en el municipio y que ahora vienen haciendo mejoramientos en la quema del ladrillo, como cambios de hornos, manejo de las chimeneas y una producción más limpia para reducir la emisión de gases”, aseguró Wilder Bedoya, subsecretario de Medio Ambiente.

Aunque el funcionario explicó que la Agencia Nacional Minera otorgó 12 licencias para la explotación del suelo y producción de ladrillero hasta por 20 años más, se busca que estos derechos adquiridos con anterioridad no vayan en contra de los recursos naturales.

“Siempre habrá un impacto negativo en el suelo y las fuentes hídricas pero hasta ahora no tenemos registro ni denuncia de que haya afectación a los nacimientos, pese a que  ellos deben utilizar el agua para su producción”, indicó Bedoya.

 

Efectos colaterales

Los Gómez y El Ajizal no son ajenos a la realidad de las demás poblaciones mineras. Sus habitantes viven entre la contaminación, la falta de servicios públicos, las vías en mal estado y la pobreza.

Y es que las regalías entregadas a Itagüí por el Sistema General de Participación por concepto de la explotación minera, no alcanzan a compensar la inversión que requiere ambas veredas en saneamiento básico, educación, salud y obra públicas, como tampoco en proyectos que contribuyan a la recuperación ambiental de la zona.

Datos de la Secretaría de Hacienda de Itagüí, muestran que en 2012 se recibieron 22 millones de pesos por concepto de regalías, mientras que en el primer semestre de 2013 se recibieron 11 millones de pesos, lo que corresponde solo al 0.16%.

Contrario a ello, la visual del corregimiento cambia bruscamente cuando se llega a la zona explotada. El verde de los bosques se convierte en un áspero y pálido amarillo y aunque no se conoce el área afectada, la Agencia Nacional Minera concesionó 200 hectáreas para su explotación. Según el informe sobre área protegida elaborado por la Corporación Therra para Corantioquia en 2013, esta zona corresponde al 30 % de El Manzanillo.

“Hoy este tema es una deuda pendiente que amerita un mayor y profundo debate en el municipio. Debemos buscar que estas áreas tituladas para la minería sean incorporadas como áreas de recuperación, mitigación y conservación ambiental. El municipio no puede seguir creciendo en depredación de su patrimonio tierra y las claras afectaciones al agua y aire”, advirtió Edwin Bermúdez, vocero de la Corporación Cipas.

CIUDAD SUR buscó de manera insistente conocer la opinión de Corantioquia, pero no fue posible. Por su parte ambientalistas y comunidad piden que se regule al máximo esta actividad para evitar mayores daños al medio ambiente y la poca reserva natural con la que cuenta Itagüí.

 

Alejandro Calle Cardona

periodicociudadsur@gmail.com