El Dorado, el tradicional barrio de los tres nombres


Alejandro Calle Cardona

Crónicas y reportajes / abril 4, 2018

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Un lugar maravilloso, cubierto de largos tapetes verdes y frondosos, aves de todas las especies y cantos estremecedores. Era 1959 dicen algunos, cuando el rincón de Envigado, hoy conocido como el barrio El Dorado, se convirtió en uno de los lugares preferidos para pasar las tardes después de ir a la escuela.

Por: Sebastián Palacio Palacio

Sus mangas servían de escenarios para la recreación y la cultura, no podía faltar el “tocadito” -partido de fútbol-, lo que menos importaba era la pinta, algunos portaban uniformes y guayos profesionales, otros simplemente los zapatos desgastados y rotos, sin camisa. La magia del campo entre una ciudad de cemento que se expandía, era la mejor excusa para sonreír.

Doña María Uribe recuerda con nostalgia cómo llegó a “La Toro”, el nombre que llevaba antes este barrio, pero pocos gustaban de esa “chapa”. Cuenta que ella y su familia fueron los terceros en habitar la primera calle que dio inicio a este sector, uno de los más tradicionales del municipio.

Asegura que su casa era rodeada por una calle destapada y mucha naturaleza, los servicios públicos eran precarios y el acceso al transporte era aún más difícil porque ese sector servía de ruta para Sabaneta que para aquella época aún era corregimiento de Envigado. Con la misma velocidad que iban pasando los años, el número de casas y habitantes aumentaban, las calles ya se iban cerrando con edificaciones de concreto y adobes.

La tranquilidad reinaba en la zona, dice don Joaquín Vélez, que engrosó más la lista de nuevos habitantes del sector. Con los años el barrio fue perdiendo su verde y el gris del cemento era cubierto con los colores pasteles que decoraban las fachadas de aquellas casas o los inmensos y hermosos caserones que  urbanizaban la zona.

El tiempo pasó y después de ser llamado El Obrero, el de los jubilados, el rinconcito, entre otros; El Dorado se convirtió en uno de los retoños envigadeños, su gente amable y muy cercana fueron ganando la reputación para convertir este sector en el mejor vividero de Envigado, como dice Melissa Pérez, otra de sus más enamoradas habitantes.

Algunos recuerdan con asombro cómo la tradicional y reconocida cancha de El Dorado era un simple barranco que facilitaba la salida para Medellín, quien no cruzara por ese lugar, tenía que dar una vuelta que aumentaría entre 15 a 20 minutos la salida.

Este barrio fue fundado por personas con buena capacidad económica, pero nunca fue un barrio de ricos, pero sí rebosantes en solidaridad y que se caracterizaban por su liderazgo, valores cívicos y especialmente por sus testimonios de vida. Las primeras clases se recibieron en casas, mientras las escuelas e iglesias iban siendo construidas.

Con todos los sabores

El Dorado se convirtió en un nombre recordado y que a quién se le pregunta, dice que lo ha escuchado, que lo conoce, que allí vive un familiar o simplemente le suena. Por eso muchas personas que moraban en exclusivos barrios de Medellín, decidieron migrar para hacer parte de este selecto grupo, y sí, selecto porque el barrio aún conserva varias tradiciones que perduran pese a los nuevos residentes.

Su estrato varía entre tres y cuatro, convirtiéndolo en un exclusivo lugar y muy central, unas cinco cuadras lo separan del parque principal, la plaza de mercado y grandes cadenas de comercio, su iglesia principal lleva el nombre de San Rafael y es el lugar de encuentro los domingos.

Sin duda alguna el mayor referente del barrio tiene que ver con el deporte. Por la cancha de El Dorado, convertido ahora en un pequeño estadio, han pasado grandes futbolistas. Cada noche su nueva pista atlética es invadida por deportistas profesionales y decenas de aficionados, mientras que los más pequeños y también los más viejos juegan a ser futbolistas.

Pero no solo de fútbol vive el hombre. En los últimos años las calles de El Dorado se llenaron de música, cultura y gastronomía. Aparecieron bares, centros culturales y especialmente restaurantes que convirtieron este barrio en uno de los epicentros de la culinaria de Envigado y el sur del Valle de Aburrá.

Pizzas, hamburguesas, pastas, las tradicionales papas a la francesa, costillas, sushi y helados, hacen parte de una oferta que apenas comienza a crecer en el sector pero que ya lo convierten en uno de los preferidos por los exigentes comensales. Sin embargo, esto ha llevado a que el barrio también se haya convertido en un parqueadero público, especialmente en las noches, provocando que la movilidad cada vez sea más compleja. Pero este no es el único problema que padece.

Temor por la delincuencia

Al parecer el accionar de la delincuencia ha robado la tranquilidad de esta zona, algunos habitantes que no dieron su nombre por seguridad, aseguran que durante los últimos meses la famosa paz que había en la zona, se ha perdido como se eliminó aquellas mangas frondosas y especiales.

Dicen que por años las ventanas de sus casas permanecían abiertas de pared a pared, sirviendo de camino a corrientes de viento, pero hoy parecen vivir en una caverna, las puertas se han convertido en rejas, como prisiones abiertas, las ventanas en vitrinas de vidrio y los patios en paredes enormes. ¿La razón? Para estas personas los dueños de lo ajeno cada día se apoderan más de la zona dejando en todos una sensación de impotencia.

El robo de celulares, dinero y bicicletas se han vuelto en una constante, el patrullaje de la policía pareciera no ser suficiente para controlar este fenómeno.

Caminar por El Dorado es un placer, sus calles pacíficas y la sombra que genera las decenas de árboles gigantes, es un privilegio que muy pocos tienen y por eso ahora sus habitantes claman para que los delincuentes no se roben la vida tranquila que ha caracterizado a El Dorado, a este barrio que por décadas ha sido uno de los más tradicionales, deseados y queridos en Envigado.


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