El Callejón, 18 años de parche, buena música y resistencia


Alejandro Calle Cardona

Crónicas y reportajes / noviembre 9, 2017

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De paso, una casa vieja con sus paredes pintadas con figuras de colores, un dragón que emerge de la noche y se desliza al día. Los más viejos se cambian de acera y los señores, con niños tomados de las manos caminan rápido para pasar lo más pronto posible. La puerta grande y un ventanal de madera permanecen abiertos y dejan escapar el beat de un rap clásico o una frase rebelde de Bob Marley.

Nació en 1999 en la calle 48 sur de Envigado que en realidad en ese entonces era un callejón. Don Fabio Arango, el mismo que fundó La Nubes y Ancón 71, abrió en una casa angosta pero larga, otro café para que sus amigos armaran tertulias al son de tangos, cumbias y lo que escuchan los “señores”, mientras toman tinto o aguardiente, sin importar si es viernes o si es lunes.

Pero al caer la tarde, don Fabio dejaba en manos de su hijo mayor Orión el negocio. Los cuadros de réplicas de grandes artistas eran reemplazados por imágenes de cantantes de reggae con sus rastas y banderas de Jamaica; el tocadiscos sonaba los ritmos afro y el público rejuvenecía.

Por aquella época entraba con furor el rap en Medellín y detrás de él los demás sonidos americanos afro como el dance hall y el ragga. Ovidio imitó a su padre y también comenzó a convidar a sus amigos y El Callejón se convirtió en el parche raro de Envigado, en el que sonaba la música que pocos escuchaban en sus casas y la que nadie se atrevía en bares o discotecas de Envigado.

Poco a poco el bar café se convirtió en la casa de todos. Del jazz, del tango, del porro, de la salsa, de los clásicos, del flamenco, pero también del hip hop, incluso del rock y del punk. La casa también se volvió una sala de cine, de encuentros bohemios, de debates intelectuales y de borracheras.

Un par de años después, el Municipio compró la casa para convertir ese callejón en una calle y mejorar la movilidad. La música se trasladó a pocos metros, a la casa de tapia que había sido por más de 200 años de la familia Arango, la adecuaron y comenzó una nueva historia. En las tarde continuaba el tinto, pero en las noches llegaban las rumbas de los más jóvenes, los de ropas anchas y abultadas, los de pelos largos y enredados, los de gorras y pañoletas.

El Callejón se convirtió, sin querer, en el escenario en el que los nuevos cantantes y las bandas que surgían en Envigado y municipios del sur se daban a conocer. Colombia Reggae, De Bruces A Mí, El Tito, Don Kristóbal, Providencia, La Tifa, todas pasaron por allí. “Muchos comenzamos acá, es un lugar muy importante para toda la escena local y que debe perdurar”, asegura Mauricio Osorio, vocalista de De Bruces. Las rumbas se volvieron famosas y decenas de muchachos llegaban para disfrutar de la música, una cerveza y algo más.

Pero estas músicas “raras” atraen más cosas raras. El humo de la marihuana aparecía en la acera y con él, los señalamientos de vecinos y extraños. “Ese es el parche de los marihuaneros”, dicen algunos que por allí pasan a la carrera sin haber cruzado un centímetro de la puerta de madera que separa el bar de la calle. Adentro, es a otro cuento.

Una sala gigante con el techo al que nadie podría llegar, muebles viejos, una cafetera nueva, una nevera no tanto y una barra donde permanecen el barman y el dejay que maneja la consola y 800 gigas de música. Un muro separa el primer salón con el central, un enorme patio, típico de casa vieja, donde se arman las fiestas y desde donde se puede disfrutar la Luna. Una conexión con la naturaleza, propia de la música que allí se escucha.

Allí hay otros tres murales, los cuales fueron pintados hace poco, mientras que se hacían algunas reformas en el sistema eléctrico exigidas por la Alcaldía. Una mola en forme del pescado mero de los artistas David Arango y Carlos Valencia; una serie de calaveras y bicicletas de pintores mexicanos que llegaron hace un par de años para el Foro Mundial de la Bici y un último mural que recrea una loca fiesta intergaláctica que solo se puede apreciar de noche.

Quien decida entrar a El Callejón se puede llevar una grata sorpresa. “Allí no importa quién eres o pretendas ser afuera. Adentro puedes ser quién eres en realidad”, dice Jerónimo Arango, hijo menor de don Fabio y quien ahora está a cargo del negocio familiar. No tiene rastas, no viste ancho, de hecho no parece el dueño de un lugar como estos sino de un restaurante, de esos que abundan en la calle de la buena mesa. Hasta que habla y se ríe.

“Muchos piensan que esto es un antro, que aquí se fuma marihuana, cuando ni se prende un cigarrillo. Lastimosamente muchos vienen pero no entran porque cobramos el ingreso para controlar la gente; mucho solo vienen a sentarse en la acera, a escuchar la música mientras se fuman su porro. No son nuestros clientes, pero la gente, la policía y al alcaldía creen que sí y eso no ha hecho mucho daño”, lamenta Jerónimo, quien es estudiante de fotografía.

Esos mismos que se parchan afuera provocaron que El Callejón fuera el primero en ser sancionado por el nuevo código de Policía. Por eso han tratado de cambiar esa imagen que muchos tienen y desde hace algunas semanas, el bar volvió a abrir las puertas en las tardes para convertirse en una sala de estudio y trabajo, de café, para tardear, incluso, han invitado funcionarios de la Secretaría de Seguridad para que conozcan el espacio que es referente para muchos en el municipio.

“Hay una línea muy definida entre los de afuera y adentro, no estamos en contra de la marihuana pero sí respetando los espacios. Muchos dicen que esto es un antro de marihuaneros, pero lo cierto es que esta es la casa de todos, donde llega cualquier persona sin importar la profesión a relajarse como si estuviera en su casa”, dice.

El Callejón cumplió en octubre 18 años dando lidia en Envigado. 18 años como proyecto cultural en este municipio del sur del Valle de Aburrá, donde caben todos y que se resiste pese a todo a desparecer. “Luchemos todos juntos bajo el sol en medio del ritmo y melodía”, dice una de las canciones que en otrora compuso Orión y su banda de Reggae Colombia, y ese parece ser el lema de este bar al que pocos entran, pero que enamora a quien lo hace.

POR ALEJANDRO CALLE


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